13 noviembre 2012

Dos Psicopompos Dos

 Aunque el Caronte de Santi Senso se tomara un descanso en el trabajo y condenara a los hombres a vivir eternamente en plena Plaza de Las Veletas durante el Festival de Teatro Clásico, lo cierto es que en Cáceres, las almas seguían cruzando tranquilas porque tenían otro psicopompo de guardia al que también gustan las 'palabras, palabras, palabras', que diría por boca de Hamlet el Bardo antes conocido como Shakespeare.

La palabra bardo para los celtas señalaba al contador de historias, leyendas y poemas; el bardo tibetano significa literalmente estado de transición entre una vida y la siguiente, y así volvemos al trasiego de almas y palabras de una a otra orilla con la ayuda de un guía, el psicopompo, en forma de barquero; de gato, como en La Alicia de Carroll; de búho; o de cuervo, como en Poe. 

Con permiso de Jung, que le atribuye la mediación entre consciente e inconsciente, salto del Virgilio de la Divina Comedia al Peter Pan de Barrie, y me quedo con los niños perdidos y los cronopios en el café de Lupe Salguero esperando que me guíe Cortázar; que la música que sale de Rayuela me ayude a saltar de casilla en casilla, de palabra en palabra.

Mientras leo, tomo un café en mi refugio, claro está sin reloj: conozco de memoria las instrucciones para darle cuerda del gran Julio. Siento que el asa de la taza también es un bracito desesperado que pugna por asirse a mis dedos, que la fría tinta se ha gangrenado en la espera e intenta adherirse a mi piel y correr mesa abajo. No en vano la editorial se llama Delirio y el poeta, Aníbal.

Para charlar, para leer, para organizar una presentación, para admirar las sillas recuperadas por Marga Pulido. Cualquier hora es buena para curiosear por sus estanterías y llevarse una joya de las que editan
con impecable gracia los pacenses El Verano del Cohete. Van a oir hablar mucho de ellos.

22 enero 2012

Canta Jesús el Toro: Mapping Spanish Poetry.

Este libro me encontró por fin porque alguien me lo puso ayer en las manos. Porque alguien lo tomó de entre sus manos para que cumpliera su deseo: no ver la luz hasta después de su muerte, y sólo cuando Federico y los poetas del 27 y del 36 hubieran sido editados y devueltos.

Porque alguien se empeñó treinta años después de su muerte en cogerlo en sus manos y editar textos sueltos, dibujos hechos por las manos que custodiaron el manuscrito de los manuscritos: el que quedó en una mesa de Cruz y Raya, el que rescató a pesar de los bombardeos Pilar Sáenz de García Ascot.

El Registro de Extranjeros del Servicio de Migración de Cárdenas tras su llegada en el buque Flandre con José Gaos, filósofo, José Medina Echavarría, sociólogo, Pedro Carrasco Garrorena, científico, y Adolfo Salazar, músico, registra así la filiación del interesado:

Oteyza, Jesús de, N-121171, se expide el 15 de julio 39, entró en Méjico por Veracruz 1 junio 1939, inmigrante por un año, refrendar a juicio de esta Secretaría, constitución fuerte, estatura 1'80, pelo castaño claro, ojos grises, nariz recta,  mentón recto, barba no usa, señas particulares, cojea de ambos lados, soltero, abogado, español, religión ninguna, raza blanca, habla inglés y francés, lugar de residencia Insurgentes, 257, 24 años,   firma,  exiliado: sí.

Por eso está conmigo el  joven perdido   el esenita   el del bastoncito   el que lee sin parar y lo pregunta todo   el salvaje de raza blanca   el que firma todo lo que sea comprometido  el de segunda fila   el del alma muerta    el que tiene más clavos que Cristo.  Jesús el Toro. 

De lo mejor, lo que dice de sí mismo y por qué orden lo dice en el único texto fechado (1967), no hablaré más. Es el autorretrato más verdadero que he leído, y basta para otorgarle lo que es suyo por derecho: un estado, una condición, una manera de estar en el mundo, casi una potencia del alma: ser escritor.

El benefactor de Bergamín en Séneca, el niño accidentado a los catorce años en el asiento trasero del automovil que segó la vida de sus hermanos, el de las manos de pianista, dibujaba más como Federico y Moreno Villa que como Alberti. Miraba más como Max Ernst. Escribía más como Paul Nougé. Y como cualquiera de nuestros contemporáneos que como los suyos. Con sentido del ritmo.  Con sentido del humor.

Por eso es un placer que La Luz Roja haga volver la nave y le escuchemos decir:

¡No!
No lo sé
cuernos
pestañas
nariz
orejas
codos
manos
pendejos
carajo
rodillas
pies
no sé
si hombre
 o escalera 

Nos permita oir su amor; tan tangible como su desamor:

Yo perdí mi corazón
y tú lo pisoteaste
y se lo echaste a comer/
al perro que dicen
que está en la puerta del infierno:
le oigo gruñir a lo lejos. 

Como Garfias, habló de la guerra, pero qué distintas tonalidades:

Ese hombre arborescente
de la tierra y la mar,
ese viento que enciende la llama y las estrellas
esa arboleda oscura,
enarbolada
de cuernos enfurecidos y banderas
y esa paz
de la muerte en la guerra.

Dejaré aquí esta autopsia. No es justo. Dejemos a la poesía con la poesía, no sin antes dar las gracias a quien lo puso en mi mano, Eduardo Jiwnani, el esenita, el del bastoncito, el que lee sin parar y lo pregunta todo, un editor nada común:

Al llegar a su fin tu vida
no puedes volver la hoja,
no hay impresión.
Naciste en el mar
y eres una edición pirata.


20 enero 2012

Samsa hic et nunc.



El arte del siglo XX experimentó el silencio, la música callada, el lienzo en blanco. Vivimos en un tiempo en que esa experimentación ya ha sido realizada: la palabra ha sido comprimida hasta el punto de diluirse; la fuerza de la imagen singular ha sido disuelta en el vértigo de las imágenes.

El diagnóstico de Hegel se ha cumplido. Con el arte en punto muerto, la vanguardia viene a ser un simulacro, el experimento, gesto, el logos, parodia. ¿Qué hacer cuando a la invitación al silencio no le ha seguido el silencio, sino la escenografía de la invitación?

Ahí radica uno de los ejes sobre los que se vertebra la contemporaneidad: la palabra viviseccionada, reducida a desnudez insoportable, a catafalco teatral. 

En gran parte del discurso de hoy la palabra vive bajo sospecha. Ha perdido su valor para aprehender el mundo. Llegados a este punto, no hay cobertura metafísica que otorgue inmediatez a los significados, no pueden nombrarse nuevas teofanías.

Si Idealistas y Románticos confiaron en la fuerza de la palabra para la creación de mundos, para sus contrarios todas las proposiciones valen lo mismo: la palabra fluye hacia la incertidumbre. Cuanto más necesaria es, más insegura.

Entre esta necesidad y esta inseguridad se sitúa la ironía de nuestro tiempo. De ahí la paradoja, pues sin fe en el valor de la palabra no puede haber fe en el conocimiento de la realidad. 

Desde Kafka las cosas ya no son y las palabras ya no dicen qué son. ¿Podemos seguir hablando de literatura como escritura del decir de las palabras, si postulamos que éstas ya no dicen? Beckett lo hizo.

Sin el mito, que era la consecuencia de la capacidad de nombrar y, por tanto, de la fuerza sacralizadora, la literatura cae en el vacío ontológico, el solipsismo radical acaba exigiendo silencio, y transformando a Gregorio Samsa en un insecto monstruoso.

Sin embargo, ¿debemos camuflar la experiencia del silencio bajo la experiencia del olvido, como hizo la posmodernidad? ¿O debemos, más bien, recomponer los fragmentos de la palabra, neosacralizarla? Claro, Samsa también habla.


05 enero 2012

Sed (2011), de la luna libros: portada.

Yo, que siempre he sido lectora solapada, no puedo sustraerme a empezar por el principio. Como hace Marino González. Si él nos reenvía al Génesis y el Gilgamés en las tripas del libro, baste por ahora  señalar los ardides de editor en portada y contraportada.

El amor al oficio y el conocimiento de las voces bifurcadas que pueblan este volumen facticio, como los del XVII, se reflejan en una impactante cubierta, con fotografía de Pedro Gato, telón de fondo de la larga acotación teatral inexistente que en cierto modo es el cuerpo del texto, compuesto como Nuevo Decamerón para entretenernos con relatos, mientras la ciudad escindida acecha.

No puedes quitarle los ojos cuando la has visto en una mesa. Asesinado por el cielo, entre las  formas que van hacia la sierpe y las formas que buscan el cristal, pensé. 

Aunque lejos de ser una calle de Nueva York, la composición de los edificios potencia esa idea. La fachada en penumbra del ángulo diestro de la punta (así se describiría en un blasón), presenta una arista de luz en su extremo, y parece crecer alejándose de nosotros; mientras que la fachada opuesta, en violenta sombra, acentúa la perspectiva oblicua, y parece caer sobre el azul frío del cielo, que contaminado de sable (el negro en los esmaltes heráldicos), se satura hacia el vórtice. 

Se ha utilizado un violento contrapicado que rompe el formato rectangular del libro al potenciar el claroscuro la composición en tres bandas diagonales cuyos puntos de fuga, fuera de campo, convergen a nuestra derecha, donde el azul, menos saturado, y una doble sección curva, parecen darnos un leve movimiento, casi un suspiro de alivio, quizá una bocacalle.

El punto de vista ha eliminado las partes media e inferior de los edificios, prismas esquemáticos, y con ellas, las aceras y la calle, eliminando posibles transehúntes. Todo detalle ha sido suprimido. El color se constuye por grandes planos de grises que obedecen a una luz esquemática que niega figuras y fachadas, pero dota de especial significación a la correspondencia de formas y sombras, sometidas a los sentimientos, como quería Kandinsky. Sólo un jirón azur.

Adán al revés es nada, dice José Emilio Pacheco que dice Unamuno. Oído ese odio, dice Marino, quien como Asmodeo, ve cajas y escenario; pero al mirar al telón cierra los ojos. No está preparado para el espejo roto. Su ojo no quiere rasgarse, no está todavía acostumbrado a las sombras. No mirará. Pero sigue ahí, ante los ojos esta imagen de la ciudad, este blasón tajado de un mandoble, del ángulo diestro del jefe al siniestro de la punta. Quevedo, casi ciego, masculla entre cajas.



03 enero 2012

Ministerio de...¿qué?

En los años ochenta, los proyectos culturales se convirtieron, mediante campañas masivas, en acontecimientos políticos a mayor gloria del Estado, aunque carecieran de contenido y efecto duradero. Léase 1992.

Pero hoy, ámbitos seculares de la actuación institucional del Estado se transfieren a conjuntos borrosos cuya orientación es inasible, y cuyas oscilaciones son tan rápidas como contradictorias. Y la sociedad civil, a las puertas, entrando sin llamar. ¡Santo Hobbes!

El de ayer fue un paso lógico en la cadena trófica. A fin de cuentas, ¿qué era la Dirección General del Libro, sino un agujero más en la capa del harapiento? Una sencilla regla de tres resume el desplazamiento: las industrias culturales son al libro lo que la cirujía plástica a la sanidad. 



02 enero 2012

GODZILLA:Del Estado cultural al Estado publicitario.

Tras décadas hablando de industrias culturales, patronazgo y gestión, sigue sin estar claro que el Estado tenga que gobernar la cultura, especialmente en un momento en el que se está cuestionando su propia noción institucional, heredada del siglo XVI: esto es, el Estado como actor social que trasciende a los individuos, portador de un proyecto moral, y librador de servicios.

Los fenómenos masivos de consumo cultural, una noción híbrida, entre la culture de la Antropología anglosajona y la Kultur alemana, hicieron que la creación agonizara. Le prolongaron la vida artificialmente en corros de bolsa, comisiones, y despachos. Las subvenciones sirvieron para estimular la oferta, cada vez mayor, pero no la demanda, cada vez más exigua. La cultura poco tenía que ver con la creación, el espíritu o el individuo, sino más bien con fenómenos masivos de consumo.

Cuando parece que nada alentara ya el aparato cultural del Estado, muta.

Sólo el punto de apoyo se ha desplazado. Los medios de comunicación de masas distribuyen ahora un tesoro mundial de indignación y compasión, despliegan una cortina de humo ante un espectador ahíto de emociones y afecto, hasta el punto de creerse asociado a una cruzada. Hay voluntarios donde antes hubo evangelizadores. Paradójicamente, no es sino una nueva forma de colonización.

Todo se proyecta en la gran pantalla del Estado. La caída del Muro y la ampliación europea no han visto el retorno a un fondo cultural común. Son visiones fugaces negadas en un flux de imágenes interactivas que nos invitan a jugar con ellas como nuevos guerreros Nintendo, espasmódicamente. Ni el viejo espíritu europeo, ni su memoria, ni su corazón se han forjado para ese régimen de ilusiones virtuales, salvo que, como en los juegos de guerra de moda en la China del XVIII, en el Afganistán del XXI, o la Palestina eterna, los tiros maten de verdad.

Podríamos establecer que al igual que el soporte impreso produjo el Estado instructor, el audiovisual produjo el Estado publicitario. Ciertamente el Estado siempre se ha hecho publicidad, pero por primera vez ésta no es una ilustración de su acción, sino la verdadera estructura de la acción misma. Lo cultural, lo humanitario, son los mejores medios de que dispone hoy el Estado para generar iconos y epopeyas, su marca, su imagen.


Extracto del art. de P. Álvaro: "GODZILLA: del Estado cultural al Estado publicitario" (2010)

29 diciembre 2011

Didier Coste, Calaceite y los hipergéneros


TEXTURAS: NUEVAS DIMENSIONES DEL TEXTO Y LA IMAGEN, nº 2 (Vitoria, 1990-91)


Cuando hace veinte años Angela Serna fundó en Vitoria la revista Texturas con Antonio Altarrriba, con Jesúa Camarero, Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Julián Ríos, Julia Otxoa, o Severo Sarduy en el Consejo de Redacción, poco imaginábamos los más jóvenes, que en sus páginas estarían J. G. Lapacherie, Michel Butor, Jan Baetens, Bartolomé Ferrando.

De aquellas charlas interminables en Calaceite arropados por la Fundación Noésis, y vigilados por Ráfols Casamada desde las paredes, acabaría de fraguarse en nuestra retina una correspondencia perdurable entre la poesía, el diseño gráfico o la imagen, que nos habita hasta hoy.

La literatura aleatoria del OULIPO que había inspirado nuestros primeros hipertextos, en los albores de lo que fueron los hipergéneros en España, con unos Mac sin disco duro interno que hoy son pieza de museo, nos animó desde aquella comarca de Matarraña, a ayudar con el archivo de George Perec, generar textos aleatorios, imaginar sonetos burlescos superponiendo acetatos al modo de Quenau, a hacer cómics de culto o a proyectar haikus en teleprints de carnicero. A cada cual, lo suyo.

Durante los 70 había sido lugar de encuentro de Donoso, García Márquez, Cortázar, Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Carlos Saura o Luis Buñuel. Una segunda oleada de artistas traería cerca de la Cretas (ojo al plural) turolense en los 80 a Mauricio Wacquez, Jorge Edwards, Bryce Echenique, Juan Marsé, Juan Benet, o el diseñador Yves Zimmerman.

Para Didier Coste, nuestro agradecimiento por encontrar un punto de apoyo y mover el mundo.

FUNDACIÓN NOÉSIS (1982-1996)

El escritor y traductor belga Didier Coste, creó la Fundación Noésis para divulgar e impulsar las artes y artistas europeos, cumpliendo el encargo de su padre de gastar en ello el 60% de su legado. Hizo de Calaceite entre 1980 y 1993  residencia de artistas, y un importante centro cultural hasta su cierre en 1996, víctima de la incuria.